Este 8 de marzo, el Sindicato Andaluz de Trabajadoras y Trabajadores (SAT), se une en una sola voz con el resto de organizaciones y colectivos involucrados en la Huelga del 8M, la huelga feminista convocada por diversos movimientos feministas y apoyada por el sindicalismo alternativo y que tiene carácter internacional y de clase, para visibilizar la necesidad y la situación de la mujer como trabajadora y cuidadora.
En Andalucía, tierra diversa y heterogénea, la falta de soberanía y democracia se traduce en una situación de pobreza que tiene como primera víctima a la mujer. Naciones Unidas nos dice que un 60% de la población que pasan hambre de forma crónica en el mundo es mujer. Mientras, en nuestra tierra, contamos con una brecha salarial del 25% y con una tasa de paro femenina cercano al 30%. La huelga feminista se convierte en una necesidad imperiosa como vía para reivindicar que somos nosotras quienes mantienen un sistema que pocas veces nos visibiliza.
Andalucía, además, cuenta con diversas realidades que también deben ser reconocidas como agentes de cambio social: jornaleras, migrantes, campesinas, cuidadoras, estudiantes, desempleadas… todas estamos llamadas a secundar una huelga laboral, de cuidados, estudiantil y de consumo que ponga en jaque al sistema y deje claro que somos nosotras el primer sustento del que se nutre, asumiendo que sin esa mano femenina, invisibilizada, discriminada y precarizada, todo se paraliza.
Junto a todo esto, tenemos que sumar que somos el 70% de los contratos a tiempo parcial, lo que también se ve reflejado en una nómina y retribución a la Seguridad Social. Asumimos los empleos más precarios, peor valorados y, por consiguiente, peor pagados. Vivimos en un mundo donde la discriminación y la segregación por cuestiones de género, sigue afectándonos y creando una dependencia económica a cuanto nos rodea.
La emancipación y soberanía de la mujer es difícil de conseguir mientras el mundo laboral no se rija también para nosotras, mientras que no se creen acciones y políticas laborales que no hagan de la mujer un sujeto dependiente y mientras que las políticas de conciliación nos sigan haciendo personas doblemente explotadas, que no solo cuentan con una jornada laboral que explota y maltrata, sino que también nos carga con las necesidades familiares y domésticas.
Por eso, la huelga feminista es también una huelga de cuidados, donde las mujeres también nos paremos ante la situación de opresión que vivimos en el hogar. Con o sin jornada laboral, la situación doméstica al servicio de la familia, al servicio de los cuidados a personas dependientes, con los recortes en políticas sociales a la dependencia, el trabajo reproductivo, suman una vida y una situación que sería impensable para cualquiera de ellos.
También somos consumidoras, quienes procuran alimentos para nuestra familia, quienes cargan diariamente con los carritos de la compra y las bolsas del supermercado. Somos estudiantes, somos futuro, quienes promueven el conocimiento y se empapan de él para difundirlo por el mundo.
¿Qué pasaría si un día no fuésemos al trabajo? ¿Y si no cuidásemos ni nos ocupasemos del ámbito doméstico? ¿Y si ninguna mujer consumiese, ni acudiera a su centro de estudios? En definitiva ¿Qué pasaría si la mitad del mundo parara?
Las mujeres tenemos que parar, para demostrar que si lo hacemos, el mundo para con nosotras. Visibilicémosnos, uniéndonos y dejando constancia de que sin nosotras, falta la mitad de una realidad, de una vida y de toda una historia.
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